ESPAÑA Y LAS EPIDEMIAS


ESPAÑA Y LAS EPIDEMIAS


En pleno 2022, podemos decir que hemos conocido una de las peores crisis sanitarias de la historia de la Humanidad. No obstante, el Coronavirus no ha sido ni será el único fenómeno que ha afectado de esta manera a nuestra sociedad. 



Hace siglos, los barcos estaban obligados a guardar cuarentenas en los puertos durante las pestes para evitar su propagación a las ciudades costeras. Hace apenas meses se prohibían los vuelos desde Italia a España. El coronavirus fue y es incomparablemente menos letal que la peste negra, que asoló el mundo en varias oleadas sobre todo entre los siglos XIV y XVIII, acabando con la vida de unas 100 millones de personas.



Los efectos de la pandemia del coronavirus van siendo posibles de estimar en su totalidad al estar saliendo de esta crisis. En el caso de la peste negra, esta epidemia supuso cambios importantísimos en la economía y un fortísimo retroceso; el descalabro de población tardó cien años en recuperarse. Desapareció el comercio, cayeron las ciudades, la gente se fue al campo, murieron reyes, afectó a todos los estratos sociales, etc. A corto plazo, las consecuencias económicas más relevantes de la también llamada peste bubónica, se pueden resumir en que los campos quedaron sin trabajar y las cosechas se pudrieron. De ello se derivó una escasez de productos agrícolas, acaparados únicamente por aquellos que podían pagarlos. Los precios subieron, por lo que crecieron las penalidades y el sufrimiento de los menos pudientes.


Es indudable que esta epidemia produjo efectos económicos que supusieron la recesión más drástica de la Historia. Es relevante destacar que es en esta época, con clara influencia de la epidemia de la peste, cuando se pone fin a la construcción masiva de monasterios, iglesias y catedrales. Por todo ello, se puede decir que es el motivo del cierre del periodo medieval. El hambre, la peste y la guerra que marcaron el siglo XIV acabaron trasformando la sociedad y disparando las desigualdades. Los poderosos aumentaron su poder y su riqueza y el pueblo llano quedó más empobrecido y perdió algunos derechos de las generaciones anteriores.


Pero cuando se habla de los efectos económicos de la peste negra que asoló Europa a mediados del XIV, a pesar de sus inicios devastadores, los historiadores coinciden en señalar otros efectos económicos y sociales positivos para los supervivientes. La tierra era abundante, al caer la oferta de trabajo los salarios aumentaron, y se ha visto por ejemplo que las mujeres encontraron muchas más oportunidades laborales en los gremios que hasta entonces las habían vetado, en los jornales agrarios, etc. Además, las epidemias han servido para introducir mejoras de la salubridad pública que pretenden reducir el riesgo de las aglomeraciones urbanas. En el caso de las oleadas de peste, acabaron por favorecer la recogida de basuras y aguas fecales, la regulación de la presencia de animales vivos y muertos, o la construcción de cementerios fuera de los recintos urbanos y la obligación de encalar iglesias.


Otra epidemia que hundió la economía fue la gripe de 1918, también llamada gripe “española”, que causó más muertos que la I Guerra Mundial. Entre la enfermedad y la contienda se hundió la actividad económica y hubo cambios en los movimientos migratorios, aunque es difícil discernir qué parte del hundimiento de la economía se puede achacar a cada fenómeno. 



Los efectos de los brotes y epidemias no se distribuyen de manera equitativa en la economía. Algunos sectores incluso podrían beneficiarse financieramente, mientras que otros sufrirán en forma desmedida. Las farmacéuticas que producen vacunas, antibióticos u otros productos necesarios para la respuesta al brote son posibles beneficiarios (podría ser el caso de mascarillas o alimentos de primera necesidad en España), mientras que se hunden los que proporcionan bienes y servicios que dejamos de consumir y los que se ven afectados por la interrupción de componentes y materias primas. Pero la desigualdad también se refleja en la enfermedad y la mortalidad. Ahora mismo, una de las grandes causas de desigualdad en el impacto de una epidemia es el acceso a la asistencia médica. En los países que carecen de sistemas públicos de asistencia médica universal, donde hay que pagar las pruebas de diagnóstico, los tratamientos, y la hospitalización, el nivel de renta será determinante.


 

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