FAKE NEWS

Las fake news han ido ganando importancia con los años en una sociedad cada día más digitalizada, polarizada y manipulable. Sin embargo, todos nos creemos ajenos al fenómeno de las noticias falsas de las que tanto se habla en las redes y medios. Por lo general, la persona promedio tiende a “creer saber” distinguir entre lo que es verdad y lo que es un simple bulo. Nada más lejos de la realidad. 


Es precisamente ese sentimiento el que propicia la creación de noticias engañosas. 

Como comenta el documento adjunto, es la facilidad que tenemos al acceso de las redes sociales la que da pie a foros, canales e incluso gobiernos a inventarse una verdad totalmente masticable para los usuarios. 


El problema es que están tan bien implantadas en nuestro día a día que no nos damos cuenta. Un gran problema reside en que el enemigo es muchas veces un conocido, amigo e incluso familiar, naturalmente involuntariamente. A todos les ha llegado por Whatsapp un supuesto comunicado oficial de la Guardia Civil informando de cualquier cosa, siempre buscando nuestro bien y seguridad y acaba resultando que era un comunicado falso, inventado por alguien detrás de una pantalla en busca de no se sabe muy bien qué beneficio. Si vemos este tipo de noticias en cualquier otro medio desconfiaríamos más que de nuestros más allegados. Y ahí subyace la problemática, que al ser información enviada por gente a la que confiamos nosotros lo creemos y se lo enviamos a todos los grupos que podemos, y estos a otros, creando así una gran cadena de una noticia que es totalmente falsa. Como bien dice el informe, estas aplicaciones están supuestamente selladas, cifradas, es decir, que la app no puede interferir absolutamente nada de lo que esté en nuestros chats. Por ello las redes, en este caso Whatsapp es un foco tan grande de bulos, porque no son contrastables por un órgano superior.

Algo parecido pasa con Instagram en las cuentas sensacionalistas, no solo las más pequeñas, sino también entidades con cierta “reputación” en este campo. Es muy complicado cerciorarse de que Iker Casillas está con una o con otra y los consumidores lo creen y lo tragan como basura.


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Si la desinformación llegada a través de las noticias falsas solo se tratase de temas del corazón, no serían un enorme problema. Lo peligroso viene cuando los temas de los que se habla son realmente importantes para el desarrollo de la sociedad, como la política. Como se ha mencionado con anterioridad, la sociedad cada vez más polarizada hace lo que sea con el fin de conseguir poner en la cima del gobierno a su representante favorito. También de temas de interés general, como la Covid-19. Con la llegada de la pandemia, ha habido oleadas de “trolls” que se han querido aprovechar de la delicada situación para beneficio personal o colectivo.

No siempre son personas aisladas. A la hora de emitir noticias falsas sobre la política, existen verdaderas organizaciones dispuestas a emplear medios realmente asombrosos para desinformar a los votantes, difamando a un candidato o engrandeciendo a otros. Pero ¿obtienen algún beneficio adicional? Si es así, ¿quién o quiénes contratan o colaboran con estos creadores de mentiras políticas? La respuesta: los gobiernos o propios partidos, como bien vemos en el informe.


Cuando se habla de gobiernos creadores de fakes, es lógico pensar que son los rusos y chinos los que tergiversan datos y mueven a sus ciudadanos como marionetas. Y en gran medida es verdad. Gran parte del informe nos habla de cómo, por ejemplo, en China (régimen a priori comunista) hay una gran desinformación ciudadana a raíz de plataformas usadas exclusivamente en el gigante asiático, lo que hace a Occidente imposible, o casi, rastrear, contrastar o siquiera ver esta información falsa.

También vemos como Rusia, viendo la política de Vladimir Putin, es la mayor exponente de alienación ciudadana mediante fake news. Y tampoco estaríamos equivocados.

A pesar de lo obvio, lo que llama la atención es cómo la desinformación por parte del gobierno ha llegado a Occidente y a la gran potencia: EEUU, naturalmente, de la mano de Donald Trump.



Se ha hablado mucho del poderío económico del que fuera presidente americano o del nuclear de Putin. Lo que no sabemos es que tienen armas incluso más poderosas: la desinformación. Lo peor es que ambos tienen intereses comunes. El presidente ruso está igual de interesado en que Trump sea presidente que el propio Trump. Es por eso que se han encontrado cientos de redes enviando información falsa sobre el partido demócrata antes de las elecciones de 2020. No solo son organizaciones autónomas e irrastreables. El mismo Donald Trump dijo que Obama no había nacido en Estados Unidos. Sin información contrastable, simplemente lo dijo y gran parte de la población se lo creyó. No importa que fuese cierto o no, fue una estrategia para implantar la duda y un claro alarde de poder. Tuvo que desmentirlo el presidente en ese momento, Barack Obama. Es un claro ejemplo de cómo la desinformación está implantada en el mundo. Lo grave es que no hace falta absolutamente ningún dato para decir cualquier cosa. Nada respalda a las fake news, simplemente la ingenuidad ciudadana. Tras perder las pasadas elecciones acusó, nada más y nada menos que a los Estados Unidos, denunciando un gran fraude electoral. No es un ataque directo a Trump, es un ejemplo de cómo de fácil y peligrosa es la desinformación hoy en día. Aunque no se crea completamente, siembra la duda, no solo en América, sino en la sociedad generalizada. Los problemas no son las fake news como tal, somos nosotros, los receptores que las recibimos y conseguimos el objetivo de la desinformación: dudar y desconfiar del sistema y cuando se desconfía del sistema y de la democracia es cuando llegan los verdaderos problemas


Dejando a Trump de un lado, que es el más claro ejemplo de cómo la desinformación puede hacer tambalear a un país entero, la política española tampoco se libra de las fake news.


En España también se hace uso de estas estrategias para manipular la opinión pública. Desde campañas engañosas hasta, sobre todo en todo período de elecciones, echar mano de los ya mencionados en el informe de la actividad, bots. Los bots son usuarios inexistentes, pero que cuentan para una persona real lo mismo que otra de su misma condición. Estos usuarios no identificados se encargan de propagar imágenes, vídeos o cadenas totalmente fuera de contexto.

España, por lo que hemos visto en los últimos años (también en Europa), se está convirtiendo, si no lo ha hecho ya, en una democracia de extremos, donde, una vez más, la desinformación es el aliado más poderoso. Cuando lo que alimenta es el odio, no hace falta verificar la información para creerlo o querer creerlo, simplemente nos lo creemos porque es lo que nos conviene y porque deja en mal lugar al que ya ha dejado de ser nuestro rival para convertirse en enemigos. Si es que se ve hasta en el Congreso de los Diputados, cómo los dos extremos, tanto los de la derecha como los de la izquierda, se suben al atril y comienzan a dar un discurso completamente fuera de contexto en el que acusan al contrario de prácticamente delitos. Es entonces cuando los pro-X o pro-Y suben el vídeo a la plataforma para que se vea lo malo que son los unos y los otros, sin siquiera saber si esa información es real o no. Inteligentemente, solo se sube el momento del discurso, cortando la réplica del otro lado. El grave problema, otra vez, no es que se haga, sino que un clip de 30 segundos en Tik Tok, perfectamente manipulable gracias a los cortes etc., sobre un diputado alcanza más de 5 millones de visualizaciones con relativa facilidad.




Lo que hace el tema de la desinformación es sembrar la duda. No hace falta que se crea, simplemente ya no se sabe distinguir entre lo que es verdad o un simple bulo y, la verdad, es que es realmente complicado saber si una noticia de alcance mundial es verdad o no, no está en nuestra mano, sin al final ¿por qué no íbamos a creérnoslo?



¿Qué podemos hacer para evitar las Fake News?

Lo que sí está en nuestra mano es verificar si la cuenta de la que procede la noticia está o no verificada. Al acceder, por ejemplo, a un perfil en instagram de un periódico o de una persona con el fin de buscar información o alguna noticia relevante el asegurarse de que tiene un tic azul (el mismo que Elon Musk quería quitar de Twitter) para que, por menos, sepamos que la información proviene de una entidad oficialmente registrada como tal y no de un usuario sin nada detrás que respalde la información que emite.

También, algo que normalmente suele resultar efectivo es contrastar las fuentes y no quedarse con lo primero que se ve y mucho menos reenviarlo a grupos en los que se pueda seguir extendiendo esa desinformación. Porque no siempre que suena el río lleva agua.






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