IMPACTO ECONÓMICO DEL 11-S
El 11 de septiembre de 2001, Al Qaeda atacó al corazón financiero de Estados Unidos en un momento en el que éste no bombeaba a su mejor ritmo, fruto del estallido de la burbuja de las «puntocom». El 11-S tuvo numerosas consecuencias políticas y militares a nivel global, más allá de su devastador coste en términos humanos. Sin embargo, pese a lo que pueda pensarse inicialmente, sus efectos económicos no fueron tan graves en comparación con los vividos tras la crisis financiera del 2008 o el estallido de la pandemia de COVID-19.
No obstante, la primera de estas dos crisis mencionadas si pudo venir derivada de dicho ataque, pues tal y como afirmó Lorenzo Bernaldo de Quirós, presidente de Freemarket, las dudas sobre la recuperación de EE.UU., provocaron una política fiscal y monetaria expansiva, con recortes de tipos de interés y bajadas de impuestos que, junto al enorme gasto militar, tuvo parte de culpa en la crisis que estalló en 2008.
Olivia Jackson, profesora de la Universidad de Florida, dijo: «El 11 de septiembre no provocó la crisis que vivimos ahora, pero sí algunas de las decisiones que se tomaron a raíz de los atentados»
Teniendo estos dos testimonios en cuenta, hemos mencionado también que la economía americana en el 2001 no atravesaba por su mejor momento debido a las secuelas del pinchazo de la burbuja de las puntocom que estalló a mediados del año 2000. Este ataque, por tanto, no hizo más que añadir un daño adicional a la economía estadounidense.
El primer impacto se notó en los índices bursátiles de Nueva York, el desplome fue tal que las autoridades tuvieron que suspender las cotizaciones hasta el 17 de septiembre, el cierre más largo desde la Gran Depresión, provocando una caída de más del 7% en el Dow Jones.
Las empresas cuyas acciones sufrieron las principales caídas fueron las aerolíneas, con desplomes del 40% y las aseguradoras. No obstante, los mercados de valores estadounidenses se recuperaron rápidamente, pues en noviembre volvieron a niveles previos al atentado. El ataque a las Torres Gemelas fue un duro golpe para las empresas que tenían sus oficinas en ellas, pero también para los pequeños comercios localizados en Manhattan o cerca del Pentágono. Además, en Nueva York la actividad turística y la ocupación hotelera se situó por debajo del 40 % en las siguientes semanas.
Otra gran consecuencia del 11-S fue que la FED continuó con la relajación de los tipos de interés que pasaron del 6,5% en enero de 2001 hasta el 1% en junio de 2003. Política que mantuvo en los siguientes años aún cuando el país parecía haberse recuperado, y es que aunque el crecimiento del país en 2001 fuera del 1% y en 2002 del 3%, el consumo y la confianza se recuperaron con el tiempo.
Como en todas las crisis, también hubo sectores ganadores, y es que nueve días después del atentado, George W. Bush declaró ante las cámaras de televisión la guerra al terrorismo. Esto hizo disparar el presupuesto dedicado a seguridad. La industria militar y los fabricantes de equipos de seguridad fueron los más beneficiados. Los gobiernos y empresas invirtieron en reforzar sus sistemas de seguridad y en el desarrollo de armamento cada vez más sofisticado. El coste estimado de la guerra al terror liderada por Estados Unidos ha sido de 8 billones de dólares hasta la fecha.
Según un informe de El Mundo en 2011 los gastos militares de Estados Unidos se dispararon un 81% en esa década. En conjunto, EEUU se llevó el 43% del presupuesto militar global, sumando más del doble que los gastos de China, Rusia, Gran Bretaña y Francia juntos. Los gastos militares supusieron y suponen alrededor del 4,8% del Producto Interior Bruto de EEUU.
A nivel macroeconómico los atentados volvieron a prender la máquina de guerra para impulsar las capacidades internacionales de Estados Unidos. Eso rompió las barreras fiscales que se habían impuesto al gasto público en ese país en los años 70, provocando que no llegara capital a varias necesidades clave, como por ejemplo a infraestructura, educación o salud pública. Las deficiencias de estos sistemas han quedado retratados en la pandemia de la Covid-19, y es consecuencia de las medidas que se tomaron tras los atentados.
A nivel sectorial cambió por completo los sectores de servicios, comenzando por el transporte aéreo y las tecnologías de la información. Desde entonces los servicios quedaron imbricados en la lógica de la seguridad nacional y el antiterrorismo. Las medidas de seguridad adicionales han afectado desde entonces a industrias como los viajes, el turismo y el comercio internacional al aumentar los costos generales del transporte.
Ante la ilustración de la vulnerabilidad de EE. UU. como potencia, los emergentes se volvieron más prometedores para los inversionistas. Los atentados marcan entonces el auge de potencias económicas como Brasil, India y, particularmente, China.
Los ataques del 11 de septiembre aceleraron un cambio que ya estaba en marcha: la disminución del interés y la influencia de Estados Unidos en América Latina. La atención y el enfoque de Washington se desviaron rápidamente hacia el Medio Oriente, el principal objetivo de la guerra contra el terrorismo.
En retrospectiva, el 11 de septiembre del 2001 se puede entender como el final dramático del sueño de una globalización feliz, debido a que la idea de una liberalización total de los mercados se vio trágicamente afectada.
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